martes, 25 de mayo de 2010

LA VIDA





Ningún ser humano apresa la vida. Es la vida la que lo apresa a él arrastrándolo a una carrera desenfrenada en la que el pasado ya no existe, el presente huye como un relámpago y el futuro pronto vuelve a su vez a ser pasado.

Nada puede detener la fuerza de la vida. Nada puede ponerle límites. Ella terminará con todas las barreras que le han erigido nuestros miedos, nuestra ignorancia, nuestras inercias y nuestras sedes de poseer, de dominar y de controlar. Los controles amurallados levantados por las razas, las naciones, las religiones, las lenguas, las culturas, las ideologías y los imperios serán arrasados por la gran corriente. O no habrá más que una humanidad liberada y reconciliada, o no quedará nada de ella.

Vivir es dejarse llevar para adelante por esta poderosa correntada. No es instalarse en un fugaz instante presente, sino pensar y actuar como si el mundo estuviera por terminarse mañana. Tener la audacia de la plenitud. Tener la desenvoltura de optar por un vivir en humanidad sin barreras, sin murallas, sin límites, con la convicción de que, de todos modos, no hay nada que perder. Es dejarse atrapar por la visión de una humanidad que triunfa sobre todas sus tumbas, aunque todo parezca ser lo contrario.

O dicho de otra manera, vivir es verse, no como una semilla en descomposición, sino como un árbol en pleno proceso de ser.

¿Dios? Es la potencia de esa correntada.

Mientras no integremos esta visión, estaremos ausentes de nosotros mismos.

Estar ausentes de nosotros mismos, nos hace mucho mal y nos lleva también a hacer grandes estragos.

viernes, 23 de abril de 2010

EL ARROYO



Un arroyo lloraba.

- ¿Por qué lloras? le pregunté.

- Porque soy huérfano

- No eres huérfano, tienes un manantial.

- Todos me dicen que tengo un manantial, pero yo no lo veo.

- Si naciste, un día, es porque tuviste un manantial.

- Puede ser, pero eso fue en el pasado, ya no es así.

- Así fue y así es todavía. Uno nace en cada instante. Tu manantial no te abandona nunca, si no dejarías de existir.

- ¿Cómo sabes?...

- No tengo necesidad de verlo para saber que tu manantial existe y te da la vida en cada momento, me basta con verte.

Al Dios que no se deja ver, la Biblia lo llama Manantial. De ese Manantial brota un arroyo que es su pueblo. El arroyo crecerá, se convertirá en río, y luego será mar.

Pero hay arroyos y ríos que se secan, y pueblos que nunca salen adelante. El pueblo de Dios es uno de ellos. Volviéndose hacia Dios llorando, el profeta Jeremías le pregunta por qué. Y Dios, con el dolor y la ternura de una madre, le responde: “Mi pueblo me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas, y se ha cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua…” (Jeremias 2, 13).

Pozos agrietados…

sábado, 27 de marzo de 2010

DIOS Y EL ATEÍSMO



El ateísmo es probablemente una gracia de Dios y quizás la gran Noche fuera de la cual las estrellas no se pueden contemplar. Puede ser que sea, simplemente, la hora de las tinieblas que prepara el alba de una nueva luz. Porque si hay algo en que todos los grandes místicos, cristianos o de otras religiones, caen de acuerdo es en esto: El que es Todo sólo en la Nada se da a conocer.


No es casualidad que el Evangelio insista en que es preciso dejarlo todo para seguir a Jesús y perderlo todo para encontrarlo. Y es por eso, sin duda, que a sus discípulos que buscan retenerlo, él mismo les dice: “Es mejor para ustedes que yo me vaya” (Jn 16,7).


Los discípulos tienen que atravesar la noche de la cruz y enterrar a Jesús para que despunte en ellos la conciencia de que ha comenzado para él un nuevo modo de estar en medio de ellos. De igual manera, los conceptos sobre Dios, las visiones mentales y formas exteriores que nos hemos fabricado del mundo "de arriba" deben desaparecer para que aparezca dentro de nuestro ser una visión más verdadera, más sólida, más cercana de Aquel que lo trasciende todo… Así como el alimento deja que su apariencia exterior se desintegre y se disuelva en el cuerpo para ser absorbido y convertido en energía, del mismo modo las imágenes y los dogmas que nos hemos formado acerca de Dios, por muy valiosos que sean, deben triturarse, extinguirse y morir, para convertirse en alimento interior, en luz transformadora y vivificadora.


El ateísmo es necesario, o por lo menos inevitable. En todo caso es una oportunidad para que los creyentes y la Iglesia se limpien de todo aquello que les impide acoger una dimensión nueva de la revelación. Dios tiene necesidad de liberarse de lo que hasta ahora hemos descubierto de Él/Ella para volver al mundo con la luz de un nuevo día.


El ateísmo no es realmente lo contrario de la fe, sino el fin de una fe que no puede llegar a más…


Pensar así ¿es realmente injuriar a Dios? La injuria sería más bien no creer que Dios es también el creador de la noche… y que de la nada Él sigue haciendo grandes cosas.


La Ascensión de Jesús a los cielos marca el fin de una fe y el comienzo de una nueva manera de creer. Entre ambas: una gran nube…, luminosa quizás para el corazón, pero siempre impenetrable para los ojos y la razón.


Estamos pasando a una nueva forma de conocimiento.