
No es casualidad que el Evangelio insista en que es preciso dejarlo todo para seguir a Jesús y perderlo todo para encontrarlo. Y es por eso, sin duda, que a sus discípulos que buscan retenerlo, él mismo les dice: “Es mejor para ustedes que yo me vaya” (Jn 16,7).
Los discípulos tienen que atravesar la noche de la cruz y enterrar a Jesús para que despunte en ellos la conciencia de que ha comenzado para él un nuevo modo de estar en medio de ellos. De igual manera, los conceptos sobre Dios, las visiones mentales y formas exteriores que nos hemos fabricado del mundo "de arriba" deben desaparecer para que aparezca dentro de nuestro ser una visión más verdadera, más sólida, más cercana de Aquel que lo trasciende todo… Así como el alimento deja que su apariencia exterior se desintegre y se disuelva en el cuerpo para ser absorbido y convertido en energía, del mismo modo las imágenes y los dogmas que nos hemos formado acerca de Dios, por muy valiosos que sean, deben triturarse, extinguirse y morir, para convertirse en alimento interior, en luz transformadora y vivificadora.
El ateísmo es necesario, o por lo menos inevitable. En todo caso es una oportunidad para que los creyentes y
El ateísmo no es realmente lo contrario de la fe, sino el fin de una fe que no puede llegar a más…
Pensar así ¿es realmente injuriar a Dios? La injuria sería más bien no creer que Dios es también el creador de la noche… y que de la nada Él sigue haciendo grandes cosas.
Estamos pasando a una nueva forma de conocimiento.
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